Estos días de encierro en nuestros domicilios, soñamos con lugares, conocidos o no, a los que quisiéramos ir. Desde este txoko del blog de Euskal Herria Liburuak, queremos ayudar a que esos recuerdos o anhelos sean más vívidos y reales gracias a los textos y fotografías de nuestros libros. En este caso os invitamos a recorrer las calles de la preciosa ciudad de Urduña de la mano de Javi Pascual Otalora, tal y como aparece en su libro “Pueblos de Bizkaia con encanto” (Sua Edizioak, 2019). Ondo ibili!
Era Urduña [Orduña] lugar estratégico a nivel comercial. Fundamentalmente porque por allí pasaban las exportaciones de lana que desde Castilla, donde se producía, llegaban hasta el norte de Europa. Y por ello, esta villa, que se construyó en 1229, recibió el título de ciudad en 1467. La única ciudad de Bizkaia, por cierto.
Ya solo por eso merece la pena que indaguemos un poco en sus entrañas porque seguro que la huella dejada por su constitución como ciudad no será pequeña. Y, efectivamente, no lo es, si nos atenemos a los edificios que vamos a poder apreciar en sus diferentes espacios, cada uno obedeciendo a una época de sus historia, ubicados alrededor de la plaza de los Fueros. Con una estructura típica de la las villas medievales, calles paralelas unidas por cantones, el casco histórico será lo primero que atraiga nuestra atención.
Pero antes de adentrarnos por sus calles empedradas nos sentaremos en cualquier banco de su imponente plaza para sentir el palpitar de este encantador pueblo-ciudad ubicado a los pies de la sierra Sálvada. E inevitablemente los ojos se nos irán a un no menos imponente edificio que ocupa gran parte de nuestro espacio visual: es la Aduana Vieja, erigida bajo el reinado de Carlos III, en 1787 y construida para satisfacer las cada vez mayores necesidades causadas por el trasiego de mercancías. Poco duró con este uso. Posteriormente fue cuartel en donde se ubicaron desde las tropas de Napoleón, pasando por las leales a Alfonso XII hasta las del ejército español. En la actualidad, como ya lo fue del 2006 al 2014, es un hotel-balneario.
Y si el viaje lo hacemos con los ojos cerrados y el pensamiento lejano no podremos dejar de recordar a los más de 50.000 prisioneros que el dictador Franco envió a esta ciudad. A un campo de concentración, ubicado en el antiguo colegio de los Jesuitas, a donde llegaban hacinados en trenes, en condiciones infrahumanas. Dicho campo era uno de los más grandes del Estado español. Allí sufrieron y allí murieron más de dos centenares de personas, la mayoría de hambre. En él aguantaron de 1937 a 1939 los gudaris de esas tierras y de las provincias vecinas, así como milicianos, en su mayoría catalanes.
Después de este humilde homenaje a aquellos que lucharon por las libertades de todos, admiramos el coqueto kiosco de la plaza y, tras degustar unos dulces en la sorprendente Confitería de Pantaleón de Larrea, nos adentramos en la Urduña del señor Lope Díaz de Haro, con solo tres calles: Burdin, Artekale y Harategi. Entramos junto al Ayuntamiento, por el conocido como Portal Oscuro y nos perdemos por estas callejas contemplando hermosos edificios. Es interesante llegar hasta los restos de lo que fue la muralla, hoy junto a la gótica parroquia de Santa María de la Asunción. Pues Urduña fue una ciudad amurallada con un castillo, para algunos el más grande de Bizkaia. Hoy, por desgracia, nada podremos apreciar de él. Pero sí de los restos de la muralla (ver “Guía de los pueblos amurallados”. Hektor Ortega. Sua edizioak. 2015)
Junto a lo que fue una fábrica de boinas, en el barrio Adoberías, encontraremos uno de los edificios más emblemáticos de la villa-ciudad: el palacio Ortés de Velasco, de mediados del siglo XVI.
Seguimos avanzando como avanzaba el tiempo en la villa y nos desplazamos al Ensanche de la época de Alfonso X. Vamos ahora a deleitarnos con la contemplación de fachadas de todos los tipos y estilos. Un barrio ecléctico, al norte de la plaza de los Fueros, que nos cautivará.
Y por fin, acabaremos nuestra visita en el tercer Ensanche, justo en el extremo opuesto del barrio anterior, atravesando la plaza. Una ampliación lógica, teniendo en cuenta el desarrollo de la villa. Casas, algunas casas palacios, y fachadas que no nos dejarán indiferentes nos acompañan por este final de nuestro recorrido eminentemente urbano por el centro de la ciudad.
Pero en la periferia no podemos obviar monumentos como el convento de Santa Clara, el convento de San Francisco, la ermita del Buen Suceso, la plaza de toros, el paseo de la Antigua o el santuario de la Antigua, patrona de la ciudad y primer núcleo de habitantes antes de ser configurada como villa. Y, por supuesto, el fastuoso monumento del monte Txarlazo, a escasos kilómetros. Una construcción de más de veinticinco metros de altura en homenaje a la citada patrona.
Es lógico que haya tanto y tan hermoso, no en vano Urduña no es solo una de las veintiuna villas de Bizkaia, es también su única ciudad. Y como ciudad que se precie tiene unas fiestas de amplísimo eco popular: los Otxomaios, en donde se homenajea a la virgen de la Antigua.Miles y miles de personas, mayoritariamente jóvenes, se trasladan a Urduña desde muchos puntos de Araba y de Bizkaia.